ESPACIO DESTINADO A POEMAS, ENSAYOS Y RELATOS CORTOS DE LOS SOCIOS DE AMART:
Interesados envíen un correo a: amartmovimiento@gmail.com
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El féretro iba desequilibrado. Lo llevaban a hombros vecinos
de estaturas diferentes. La escalera de acceso al cementerio hacía ángulo. Al
bajarla, uno resbaló. La caja cayó, se abrió, el cadáver salió rodando hasta
golpearse la cabeza contra un pilar de la puerta. Resucitó y comprendió qué
pasaba al ver a su mujer de luto. Se abrazaron con mucho cariño.
Los vecinos hicieron una fiesta, promovida por el ayuntamiento,
pero sufragada por ellos.
Días después, volvió a morir. Los cuatro que llevaban el
féretro eran de la misma estatura. Cuando llegaron a la escalera la viuda
gritó: ¡cuidado! E inmediatamente se avergonzó por el comentario.
La gente lloraba por fuera y reía por dentro.
Debido a la lluvia, ocurrió lo mismo, uno resbaló, cayó el
ataúd y volvió a resucitar. La mujer se alegró, pero no tanto. La gente lo celebró,
pero menos y no todos.
Al morir por tercera vez, lo dejaron a la intemperie. Pasado
un mes, lo dieron por muerto. Al enterrarlo, nadie resbaló.
Los vecinos hicieron fiesta de nuevo, promovida por el
ayuntamiento, pero sufragada por ellos, recordando la primera vez que resucitó....
o la última que murió.
Daba igual. Lo importante era la fiesta.
Leonardo Albert Casadó
EL RAPTO
-Manuel, que mi padre no te quiere. Prefiere un hombre que
tenga dinero y que me lleve en carroza a la verbena con mantón bordado en oro,
zarcillos de esmeralda y peineta en plata fina. ¿Puedes tú superar eso?- -Yo
solo puedo darte mi nombre, la honradez de mi trabajo, un corazón sencillo, y
un amor sincero y llano-. -Ráptame, Manuel, y llévame lejos de aquí donde nadie
nos conozca y pueda yo amarte a ti sin miedos y sin zozobras.
Leonardo Albert
Casadó
AMOR A ÚLTIMA VISTA
La vi y me enamoré, fue un amor a primera vista. Ella sonrió
diciendo sí con su mirada. Me fui corriendo para abrazarla. Cuando estaba a
punto de conseguirlo, unos rollizos y potentes brazos me lo impidieron. El ama
que la cuidaba, vieja y malencarada, con fuerza me sujetaba hasta dejarme sin
aire. La joven reía con todas sus ganas. Cuando me soltó, a una señal de la
joven, yo había fallecido por asfixia. Fue un amor a última vista.
Leonardo Albert
Casadó
SUSPIROS
No dejes la puerta de tu corazón abierta porque pueden
escaparse tus suspiros y está el demonio al acecho, traidor, disfrazado y
astuto, porque los quiere hacer suyos. No hagas caso de su engañoso canto, de
su ladina sonrisa, de sus pérfidas promesas, no hagas caso de sus fingidos
suspiros. Tú ya sabes que yo sueño con tus ojos, con tus besos, con tus mimos y
que, no siendo el demonio, quiero yo que tus suspiros sean míos.
Leonardo Albert
Casadó
EL DESTINO
Caminaba despacio sin saber adónde quería ir. Por más que
trataba de pensar en mi destino, no conseguía averiguar el camino. Fatigado por
la marcha, me senté a descansar a la orilla y me quedé dormido. Soñé que se me
aparecía un niño que sonreía feliz. En aquel sitio no había casas ni coches ni
ruidos. -¿Qué lugar es éste, niño?- -Se llama “ninguna parte”-. Desperté y
comprendí que adonde yo quería ir era a ninguna parte.
Leonardo Albert
Casadó
LA FLOR
Andando por el camino, un hombre vio un pajarillo, muy
asustado, enredado entre las ramas de un arbusto. Batía sus alas con desespero.
Compadecido de él, amante como era de la libertad y la belleza que nos brinda
la Naturaleza, lo liberó de sus ligaduras y el pajarillo voló lejos hasta que
se perdió en lontananza. Aquel hombre siguió su camino muy contento y
satisfecho, sin escuchar los terribles gritos de la flor que había pisado.
Leonardo Albert Casadó
EL PACTO
“Cariño, tengo mucho que hacer en la oficina y llegaré muy
tarde a casa, así que no me esperes levantada. Cenaré algo ligero en la
cafetería de aquí”. Llego a casa a las cuatro de la mañana, muerto de
cansancio. Vivo en un quinto piso sin ascensor. Me encuentro, en el rellano, al
perro y la bolsa de basura con un letrero que dice: “Cariño, ¿recuerdas el
pacto? Hoy te toca bajar la basura y sacar al perro, No me despiertes cuando
entres”.
Leonardo Albert
Casadó
LOS ESPEJOS
Estaba sola, sus padres se habían ido sin decirle nada.
Salió en su busca y las calles estaban llenas de gentes que no conocía. La
inquietud se apoderó de su ser, notaba que aún siendo hermosa, nadie se fijaba
en ella. Sintió desesperada, el deseo de refugiarse. Al entrar en su casa, en
el espejo del recibidor, vio una figura que le provocó un terror incontrolable.
Miró en todos los espejos y allí estaba ese cuerpo enjuto que la miraba
fijamente. La encontraron después de varios días, tendida sin vida en el suelo.
¡Pobre mujer, morir tan sola! ¡Tenía más de noventa
años! Comentaban algunas vecinas.
M. Lidón
Navarro Nos
LA VECINA
-Vecina, dame esa pócima secreta que tú tienes de
estricnina, que quiero envenenar a mi marido-.-Piénsatelo, mujer, y verás que
no vale la pena-. -Pues, a ti bien que te fue, nadie se metió contigo cuando
envenenaste a tu marido-. -Los trabajos bien hechos tienen su premio-. -Pues,
eso es lo que yo quiero, vecina, hacerlo bien-. -Lo siento, pero no puedo
dártela de ninguna manera porque me he vuelto a casar y la necesito yo.
Leonardo Albert
Casadó
LA GUADAÑA
Tras salir del coma producido por una penosa enfermedad, yo
me reía de la muerte diciendo: he visto una luz, pero aquí estoy. Tuve un grave
accidente de tráfico y volví a entrar en coma. Cuando me recuperé, yo me reía
de la muerte diciendo: he visto una luz, pero aquí estoy. Un día cogí un simple
y normal resfriado y a los pies de mi cama vi una imponente guadaña y tuve que
decir muy serio: no he visto ninguna luz, pero me voy.
Leonardo
Albert Casadó
EL SEMÁFORO
El semáforo estaba en rojo, tenía que esperar a que se
pusiera en verde para poder pasar. El tiempo que dura el semáforo en rojo
siempre es el mismo, igual da que tengas prisa o no, pero era desesperante la
tardanza porque el deseo era muy grande. Iba pensando en mi amor. La echaba
tanto de menos. Necesitaba verla, sentir su presencia. Me lo pasé en rojo y
pasé del estado de coma a la luz eterna donde ella sonreía. Me estaba
esperando.
Leonardo
Albert Casadó
CATALEPSIA
Cuando iban a enterrarme, con el movimiento del ataúd
producido sin querer por los que me llevaban a hombros, resucité, volví a la
vida. Tras la primera impresión, todos se alegraron mucho. Con el paso del
tiempo volví a morir y ocurrió lo mismo. Incluso hubo una tercera vez. A la
cuarta, pusieron mi cadáver sobre unas angarillas y me dejaron al aire libre.
Un mes después, decidieron que ya estaba muerto y me enterraron.
Leonardo
Albert Casadó
La niña en su cama, encogida de miedo. Unos golpes secos
sonaban en su ventana: POM….POM…POM…Cesaban y volvían a repetirse. Su ritmo no era acompasado. A veces seguidos,
rápidos. Otras, más lentos, descansaban y volvían a repetirse. La niña, pedía
ayuda sin voz, sin palabras. Al despertar
comprobaron que el viento de la noche, había desprendido la
persiana.
Emilia Marco
Muñoz
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