POETAS

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El féretro iba desequilibrado. Lo llevaban a hombros vecinos de estaturas diferentes. La escalera de acceso al cementerio hacía ángulo. Al bajarla, uno resbaló. La caja cayó, se abrió, el cadáver salió rodando hasta golpearse la cabeza contra un pilar de la puerta. Resucitó y comprendió qué pasaba al ver a su mujer de luto. Se abrazaron con mucho cariño.

Los vecinos hicieron una fiesta, promovida por el ayuntamiento, pero sufragada por ellos.


Días después, volvió a morir. Los cuatro que llevaban el féretro eran de la misma estatura. Cuando llegaron a la escalera la viuda gritó: ¡cuidado! E inmediatamente se avergonzó por el comentario.
La gente lloraba por fuera y reía por dentro.
Debido a la lluvia, ocurrió lo mismo, uno resbaló, cayó el ataúd y volvió a resucitar. La mujer se alegró, pero no tanto. La gente lo celebró, pero menos y no todos.
Al morir por tercera vez, lo dejaron a la intemperie. Pasado un mes, lo dieron por muerto. Al enterrarlo, nadie resbaló.
Los vecinos hicieron fiesta de nuevo, promovida por el ayuntamiento, pero sufragada por ellos, recordando la primera vez que resucitó.... o la última que murió.
Daba igual. Lo importante era la fiesta.
    Leonardo Albert Casadó
EL RAPTO
-Manuel, que mi padre no te quiere. Prefiere un hombre que tenga dinero y que me lleve en carroza a la verbena con mantón bordado en oro, zarcillos de esmeralda y peineta en plata fina. ¿Puedes tú superar eso?- -Yo solo puedo darte mi nombre, la honradez de mi trabajo, un corazón sencillo, y un amor sincero y llano-. -Ráptame, Manuel, y llévame lejos de aquí donde nadie nos conozca y pueda yo amarte a ti sin miedos y sin zozobras.
 Leonardo Albert Casadó
AMOR A ÚLTIMA VISTA
La vi y me enamoré, fue un amor a primera vista. Ella sonrió diciendo sí con su mirada. Me fui corriendo para abrazarla. Cuando estaba a punto de conseguirlo, unos rollizos y potentes brazos me lo impidieron. El ama que la cuidaba, vieja y malencarada, con fuerza me sujetaba hasta dejarme sin aire. La joven reía con todas sus ganas. Cuando me soltó, a una señal de la joven, yo había fallecido por asfixia. Fue un amor a última vista.
  Leonardo Albert Casadó
SUSPIROS
No dejes la puerta de tu corazón abierta porque pueden escaparse tus suspiros y está el demonio al acecho, traidor, disfrazado y astuto, porque los quiere hacer suyos. No hagas caso de su engañoso canto, de su ladina sonrisa, de sus pérfidas promesas, no hagas caso de sus fingidos suspiros. Tú ya sabes que yo sueño con tus ojos, con tus besos, con tus mimos y que, no siendo el demonio, quiero yo que tus suspiros sean míos.
  Leonardo Albert Casadó
EL DESTINO
Caminaba despacio sin saber adónde quería ir. Por más que trataba de pensar en mi destino, no conseguía averiguar el camino. Fatigado por la marcha, me senté a descansar a la orilla y me quedé dormido. Soñé que se me aparecía un niño que sonreía feliz. En aquel sitio no había casas ni coches ni ruidos. -¿Qué lugar es éste, niño?- -Se llama “ninguna parte”-. Desperté y comprendí que adonde yo quería ir era a ninguna parte.
                               Leonardo Albert Casadó
LA FLOR
Andando por el camino, un hombre vio un pajarillo, muy asustado, enredado entre las ramas de un arbusto. Batía sus alas con desespero. Compadecido de él, amante como era de la libertad y la belleza que nos brinda la Naturaleza, lo liberó de sus ligaduras y el pajarillo voló lejos hasta que se perdió en lontananza. Aquel hombre siguió su camino muy contento y satisfecho, sin escuchar los terribles gritos de la flor que había pisado.
                             Leonardo Albert Casadó
EL PACTO
“Cariño, tengo mucho que hacer en la oficina y llegaré muy tarde a casa, así que no me esperes levantada. Cenaré algo ligero en la cafetería de aquí”. Llego a casa a las cuatro de la mañana, muerto de cansancio. Vivo en un quinto piso sin ascensor. Me encuentro, en el rellano, al perro y la bolsa de basura con un letrero que dice: “Cariño, ¿recuerdas el pacto? Hoy te toca bajar la basura y sacar al perro, No me despiertes cuando entres”.
 Leonardo Albert Casadó
 LOS ESPEJOS
Estaba sola, sus padres se habían ido sin decirle nada. Salió en su busca y las calles estaban llenas de gentes que no conocía. La inquietud se apoderó de su ser, notaba que aún siendo hermosa, nadie se fijaba en ella. Sintió desesperada, el deseo de refugiarse. Al entrar en su casa, en el espejo del recibidor, vio una figura que le provocó un terror incontrolable. Miró en todos los espejos y allí estaba ese cuerpo enjuto que la miraba fijamente. La encontraron después de varios días, tendida sin vida en el suelo.
¡Pobre mujer, morir tan sola! ¡Tenía más de noventa años!  Comentaban algunas vecinas.
 M. Lidón Navarro Nos
LA VECINA
-Vecina, dame esa pócima secreta que tú tienes de estricnina, que quiero envenenar a mi marido-.-Piénsatelo, mujer, y verás que no vale la pena-. -Pues, a ti bien que te fue, nadie se metió contigo cuando envenenaste a tu marido-. -Los trabajos bien hechos tienen su premio-. -Pues, eso es lo que yo quiero, vecina, hacerlo bien-. -Lo siento, pero no puedo dártela de ninguna manera porque me he vuelto a casar y la necesito yo.
 Leonardo Albert Casadó
LA GUADAÑA
Tras salir del coma producido por una penosa enfermedad, yo me reía de la muerte diciendo: he visto una luz, pero aquí estoy. Tuve un grave accidente de tráfico y volví a entrar en coma. Cuando me recuperé, yo me reía de la muerte diciendo: he visto una luz, pero aquí estoy. Un día cogí un simple y normal resfriado y a los pies de mi cama vi una imponente guadaña y tuve que decir muy serio: no he visto ninguna luz, pero me voy.
                                 Leonardo Albert Casadó
EL SEMÁFORO
El semáforo estaba en rojo, tenía que esperar a que se pusiera en verde para poder pasar. El tiempo que dura el semáforo en rojo siempre es el mismo, igual da que tengas prisa o no, pero era desesperante la tardanza porque el deseo era muy grande. Iba pensando en mi amor. La echaba tanto de menos. Necesitaba verla, sentir su presencia. Me lo pasé en rojo y pasé del estado de coma a la luz eterna donde ella sonreía. Me estaba esperando.
                                  Leonardo Albert Casadó
CATALEPSIA
Cuando iban a enterrarme, con el movimiento del ataúd producido sin querer por los que me llevaban a hombros, resucité, volví a la vida. Tras la primera impresión, todos se alegraron mucho. Con el paso del tiempo volví a morir y ocurrió lo mismo. Incluso hubo una tercera vez. A la cuarta, pusieron mi cadáver sobre unas angarillas y me dejaron al aire libre. Un mes después, decidieron que ya estaba muerto y me enterraron.
  Leonardo Albert Casadó
La niña en su cama, encogida de miedo. Unos golpes secos sonaban en su ventana: POM….POM…POM…Cesaban y volvían a repetirse.  Su ritmo no era acompasado. A veces seguidos, rápidos. Otras, más lentos, descansaban y volvían a repetirse. La niña, pedía ayuda sin voz, sin palabras. Al despertar   comprobaron que el viento de la noche, había desprendido la persiana.         


 Emilia Marco Muñoz
      







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